Buscar este blog

jueves, 18 de marzo de 2010

"Leyendas del Valle de Soba"

Miguel Angel Sainz Antomil, Madrid, 1951

El Origen de la Cascada del Asón.

La célebre cascada del Asón, que da nacimiento al río, es una de las maravillas de este hermoso valle de Soba. Antaño se suponía que fuese el apéndice caudal del caballo blanco de Santiago, sumido milagrosamente en la roca, en espera del santo guerrero para nueva cruzada...; pero no. Estos restos de leyendas medievales, que flotan aún entre las tradiciones del país. El origen mítico es muy anterior, allá de tiempos de paganía...

Pues, señor, que en el cantil de frente al de la cascada, que constituye tan fantástica cañada, existe una cueva ya casi hundida al construir la carretera y que a ojos de ingenuos se aparece sin nada extraordinario. Y, no obstante, allí vivieron existencia secular dos hermanas anjanas con apariencia de humildes ancianas. Pocas veces se dejaban ver bajo formas de juventud y belleza. Una tenía los cabellos de oro y la otra, de plata... Las dos, muy buenas; pero ésta última tenía un carácter tan alegre, que sus risas, aunque invisible, y sus humorísticas aventuras, servían de comentario no siempre amable en las veladas invernales en las cabañas del contorno, mientras en las sombras suena el aullido temeroso del lobo y la ventisca silba en los collados... Los constantes consejos de la hermana fueron inútiles para tornar su humor, antes bien, acrecentóse con ello, llegando en ocasiones a los límites de la paciencia de las víctimas.

Se recuerdan, como entre nieblas, algunos sucesos dignos de ser salvados de la acción mortal del tiempo... Juan se levanta antes que el sol. Ha de ir a ver la feria de Arredondo y quiere llegar de los primeros. Mas al enfundarse en el traje de fiesta, le es imposible hacerlo por estar cosido muy finamente por varias partes. Su carácter salta violentamente, y entonces oye una risa lejana y armoniosa como música, que le explica el misterio y calma en el acto la nube de furor...
¡Ya lo hizo! La anjana blanca...

Ahora es media noche y aún cantó el gallo... ¿Qué desconcierto de campanos da el gran susto a todos en la cabaña de Pedro ?... ¿Qué demonios acontecerá en la cuadra ?... Y allá baja Pedro con su cachaba y su candil. ¡Señor! Ni un animal se movía y hasta el collarón colgado de la viga se dedicaba a su danza fantástica. ¡Por ahí anda la anjana de plata! Suena el violín de una risa no se sabe dónde y retorna la tranquilidad...

Y es Lola, la gentil que lleva las vacas al prado cercano. ¡Ay madre! ¿Qué les pasa a las ternerucas? ¡Buen ñudo les hicieron con los rabos! ¡No tiréis, tochas! Y la güela dice: ¡Chacha! La anjana blanca anduvo en ello... Y la gentil pastora suspira: ¡Si la anjana me diese un buen novio!...

Chus era un niño con un sueño tan profundo que eran incapaces sus padres de despertarle por las mañanas. ¡Y con las labores que tenía que hacer el mi pobre! Ya cansados, una vez le dijeron: Que venga la anjana blanca a despertarle. Y así fue... Los primeros rayos daban en las cumbres, y chus sale sin ser visto y anda que te anda, cae al río... Con la impresión despertó y oyó en la cueva próxima una risa loca y jovial. Nadie se enteró. Volvió a casa y desde aquel día fue el más madrugador de la cabaña...

¿Y la torta de la tía Antonia la del Cotero, que en vez de con azúcar fue hecha con sal? Así se podían citar muchos acontecidos...

Cansada la hermana de la cabellera de oro de tal sembradero de inquietudes, aunque siempre inocentes, tras mucho meditar decidió llevar la tranquilidad a los apacibles habitantes de la cañada. Y una noche, mientras dormía su alegre hermana, mediante signos y palabras cabalísticas, la trasladó invisible hacia la naciente del río y allí la sumergió confundida con la roca. Pero como era de noche sin luna, no observó que la larga cabellera argentada quedaba flotando al aire.

Así fue que antes se deslizaba el agua desde la altura plácidamente por la pared del cantil. Y desde aquella noche es la cabellera de plata de la anjana la que llega hasta el fondo, vehículo de las gotas invisibles... Porque no hay que dudar que es de plata pura; pero acontece que para quien va a llenar de ella odres y marmitas, presto se le trueca en agua fresca y transparente. Y ante esta última humorada suena el rumor de la cascada mágica, que no es otra cosa que la anjana, que siempre ríe y ríe.

¡Ya nadie va a por plata a la cascada! ¡Tesoros encantados, flores de ilusión!

¡Y ahora estamos en plena tragedia!… Cuando la anjana de áureo cabello pretendió salvar a su hermana de la prisión, acaeció que había olvidado completamente el ritual preciso para ello… Y muy triste, muy triste, marchó por Hornedo hacia Bernavinto, bajo cuyo lago es cierto que existe un palacio maravilloso, donde se guarda monumental biblioteca de libros perdidos o aun no conocidos. Y entre sus sabias páginas va por siglos y siglos la pobre anjana buscando el arcano que torne a su hermana al eterno despertar. Mientras tanto, la cabellera de plata sigue y seguirá con su risa musical, que semeja canción, flotando en la brisa aromada y luciendo con el sol las joyas de sus irisadas policromías.

La Leyenda de la Ermita de Irias

Allá en los altos, solitaria entre bosques y rodeada de enormes montañas, duerme su sueño centenario la célebre ermita de Irias, entre los pueblos de Aja y San Pedro; una de las pocas que aún quedan en este maravillosos valle. Oculta en un hondal de evocadora poesía, allí se celebra la romería de Nuestra Señora con gran entusiasmo de todos los pueblos circundantes...Sobre la fundación de esta ermita existen aún restos de una leyenda por casi nadie conocida, pero que indudablemente están basados en alguna variante del popular romance del Conde Olinos. ¿O éste procede de la leyenda? ¿Quién sabrá la verdad? Pero que atracción más terrible tiene para el alma el eterno problema del origen de las cosas!

Viven en estos pueblos
Robles y encinas,
Y arriba en las alturas
Hayas y alisas


(Antiguo cantar)

Pues, señor; no se sabe ya cuando ni donde, pero sin duda en uno de los dos pueblos cercanos vivía, en hermoso palacio de enormes rejas y vanidosos escudos, un matrimonio más noble de pergaminos que de conciencia. Tenían una hija única muy joven y hermosa y de una extraordinaria bondad, alabada por todo el lugar.

La niña salía sola por mieses y prados y aún se sumergía en el silencioso misterio de los bosques...Pero siempre sus andanzas terminaban en la choza del pastor: era el pastor que guardaba comunalmente todos los rebaños del pueblo. Casi niño, considerado medio simple por sus vecinos, era, como la niña, un alma pura; de ahí su mutua y cordial amistad.

Lentamente la choza primitiva fue adquiriendo el aspecto de cabaña, aunque muy pequeña, con los caracteres típicos de las del valle para mejor defensa contra lobos y osos. Allí los dos amigos jugaban, cantaban y bailaban con la más alba ingenuidad al son del bígaro y del pandero y hasta del rabel, mientras los mastines ladraban por los carrascales. Y soñaban con cosas prodigiosas de más allá de los montes y de más allá de los cielos. Toda la naturaleza en cuyo seno vivían era para ellos la manifestación de un espíritu infinito que se oculta tras ella. Descifraban el ignoto lenguaje del viento, de las aves, de los regatos y de las estrellas; su imaginación poblaba las soledades con seres invisibles...y adoraban a Dios. De un seco tronco de nogal había él tallado una tosca pero sugeridora imagen de la virgen (quizá la que aún perdura), que inconscientemente aparecía con un rostro semejante al de ella. Nunca faltaron al icono flores de los campos y una lucecita de vela hecha con la cera de las colmenas silvestres cuya miel él encontraba en las cavernas de los riscos y en los viejos troncos, mientras el águila desde lo alto lanzaba su fiero grito imperial...saturados del sentido optimista del verde paisaje, se sabían felices. En la caliza del monte refulgía el sol con sus rayos de oro...

Estos gérmenes de amores puros como la luz del cielo hallaron en los señores del palacio la más feroz oposición; más nada consiguieron ante la fortaleza espiritual de su hija. ¡Antes la muerte que la deshonra!, decían sus padres. Y la vida de la niña se hizo imposible...y una noche soñó:

Que al salir de un pozo de monstruos iba sola ascendiendo por un sendero desconocido bordeado de endrinos y zarzamoras. Llevaba unas grandes alforjas que no pesaban nada. Y subía, subía hacia el sol, que la sonreía desde lo alto. Aunque parecía invierno, las flores abrían sus corolas aromáticas y el viento semejaba suave orquestal armonía. Llegó por fin a un gigantesco edificio como templo gótico que irradiaba iris de luz. Los pájaros que la habían guiado en su viaje, lanzaron nuevas melodías, que siglos después Beethoven y Wagner habían de sublimar...

Allí, con su cayado de peregrino, estaba su amigo el pastor.

Animada por este claro simbolismo onírico, una noche huyó hacia las cumbres, hacia la cabaña solitaria, oculta en el lugar que denominaban Irias...La luna amorosa la acompañó con su romántica luz de esmeraldas.

Fueron buscados con afán por los servidores del palacio y como mera fórmula (se acata, pero no se cumple) por los vecinos de ambos pueblos. Al fin, un día aparecieron: así finó su bucólica felicidad. Ella acababa de bañarse en un arroyo próximo; ya más tarde lo dijo el cantar:

Mariposas se posaban
En sus senos nacarados
Como si fuesen claveles
En un jardín encantado.

Los pájaros de los cielos
La besaban en la boca
Creyendo dar los sus besos
En el cáliz de una rosa.

Y en una noche tormentosa los arrastraron a los subterráneos del palacio donde fueron muertos. Nadie se enteró por entonces del crimen; ella fue enterrada bajo el altar de la capilla tenebrosa y él bajo las gradas...en el aire flotaban como suspiros de angustia... un rayo de luna temblaba en la tiniebla.

Y el nuevo pastor así dijo a sus vecinos en luminosa mañana: Creáislo o no creáislo, cierto es, y si no lo creyereis, allí está el milagro: las flores que ellos dejaron en la su cabaña están más frescas que nunca...Y la vela que encendieron, arde que arde viva como una estrella...

La excitación de los pueblos era enorme. Y mayor aún cuando supieron horrorizados la trágica muerte de los inocentes enamorados y que de sus sepulcros habían surgido rápidamente dos hermosos rosales que se buscaron en la oscuridad y al abrazarse florecieron en dos rosas maravillosas, una blanca y otra roja...pero los padres de ella las cortaron...mas en cada tronco mutilado aparecieron una paloma blanca de nieve y otra rubia de sol, que se perdieron en los bosques; los intentos constates de cazarlas por orden de los señores fueron inútiles...

Llegaron volando a su cabaña y el nuevo pastor vio con espanto como se convertían en dos santucos muy majos de madera y oyó una voz de no sabía donde:

"¡Pastor, queremos que desde hoy esta cabaña sea ermita, el que aquí venga enfermo, será sanado, si así es la voluntad de Dios!"

Corrió el pastor con la buena nueva por pueblos y lugares y presto comenzó la romería con sus milagros. Así dice el cantar:

Si tenéis enfermedad
Os sanaréis en Irías,
Si con amor y bondad
Allí vais de romería...

Y aconteció que cierto día los padres de la niña adolecieron gravemente y allá subieron. Pero su alma era un abismo de todos los males sin una llamita de bien...al entrar en la ermita -no pudieron pasar de la puerta- reconocieron en los santucos las imágenes de sus víctimas y oyeron una terrible voz que les decía, como recuerda el viejo romance:

Cuando fuimos vivos,
Nos mandasteis matar.
Cuando fuimos rosales,
Nos mandasteis cortar.
Y cuando fuimos palomas,
Nos mandasteis cazar...
Ahora que somos santos,
¿Venís acá a vos curar?
¡Idos y no volváis más!...

Marcharon desesperados, pero sin arrepentimiento. Al fin, fenecieron como poseídos de todos los diablos. Los malditos los llamaban por los contornos. Se hundió el palacio a su muerte y apenas quedó nada de su recuerdo... más que esta leyenda humilde por un humilde ingenio de este Valle de Soba, sacada ahora a la luz de los viejos cronicones que duermen bajo el polvo de los siglos.

La Dama Blanca de la Fuente de Mijares

JPEG - 24.2 KB

Peña de Aja

Aquellos tiempos no eran como los de ahora; ya no se cree nada ideado por la imaginación... La única preocupación de las gentes son las cosas reales y positivas (pero, ¡señor! ¿Cuáles serán las cosas reales?) Y se ríen de los viejos porque, como es natural, sólo refieren cuentos viejos. Pero no piensan los ingenuos que lo nuevo de hoy, dentro de un tiempo que pasa tan rápido como el azor por el cielo, ¿qué será a su vez?... Así que siempre se debe soñar, pues, de la raíz del poeta ha de salir la sabiduría del roble de la bondad... Yo soy muy viejo; pasaron ya los cien años, pero éste es un secreto: hasta ahora la muerte se ha olvidado de mí y mejor es no recordárselo... Yo, algo he leído, y aun ha de haber en el arca hasta un centenar de libros raros y curiosos, que, a pesar de todo, no me enseñaron tanto como la vida. Pero, en fin, tengo buena memoria y recuerdo que oí a los viejos de antaño muchas leyendas de este valle montañés tan hermoso como poco conocido ¿No recordáis la historia de Miguelón? Pues de aquí, de Veguilla era.

- ¡Escuchad, escuchad!

Hace muchos años, la fuente de Mijares estaba oculta y perdida en un bosque que llegaba desde la cumbre del Cuerno de Aja, dorada por el sol, hasta el río Gándara, que rugía en el abismo tenebroso. Sólo había un reducido espacio libre en lo que es hoy la Cagija de los Llanos, último resto solitario de aquel inmenso bosque lleno de misterios. El pueblo era muy pequeño y pobre y aún no había carretera. Cerca de la centenaria cagija, la paz religiosa del "humilladero" ofrecía refugio al solitario peregrino...

¡Bueno! Pues, el mozo más bueno del pueblo era Miguelón. Hasta hace pocos años aún quedaban ruinas de lo que fue su casa. A aquel llano iba todos los días con su rebaño. Y, en una ocasión, en que florecía la primavera, se perdió la oveja del esquilón. Dejó al mastín custodiando al resto y se fue, como buen pastor, a buscar a la aventurera. Anda que te anda, y sin saber cómo, se perdió; sin acertar a salir del laberinto verde y sombrío. Cerca de él continuaba oyendo el "campano" lento, lento, pero no conseguía ver al animal: era como una llamada del más allá... A pesar de su alarma, siguió su difícil camino, aunque presto vinieron a su mente todos los relatos de miedo y maravilla que en las interminables noches invernales había oído en la cocina de su casa, junto al "llar"... De pronto, cesan los tañidos y se encuentra ante la fuente desconocida para él, y de la que tantas cosas raras le habían contado...

JPEG - 22.3 KB

Vista desde Veguilla

Mas, al acercarse al cantarino manantial que antes era más caudaloso y pleno de poesía que ahora, vio una leve luminosidad que le llenó de asombro, y éste llegó al delirio al contemplar una maravillosa criatura inocentemente vestida, de cuerpo nacarado, húmeda aún por el rocío de la aurora, peinando con gran arte sus cabellos de oro.

- ¡La Dama Blanca!- pensó, recordando viejas y casi increíbles leyendas.

Y se quedó rígido como una estatua...

¿Qué le pasaba? ¿Estaba dormido o despierto? Además, él no había contemplado así a ninguna mujer. .. Ella, sin dar muestras de inquietud y apenas sin mirarle con sus ojos de esmeralda, dijo:

- Te esperaba Miguelón. ¡Quiero que seas feliz! ¡Mira!- y le mostró un cofre lleno de joyas imposibles de concebir por la más loca fantasía. Y con un tono un tanto solemne continuó:

- ¡Entre todos estos tesoros, escoge el que más te agrade!...

Se acercó él, temblando y sin saber qué decir. Como en sueños oía una voz misteriosa que le insinuaba insistentemente: "Coge el cofre, coge el cofre". Mas, dentro de la turbación de su espíritu, recordó que los tesoros mágicos suelen trocarse presto en humo y desilusión; y con una inspiración repentina, rechazó la malévola tentación, contestando ya más tranquilo:

- Entre todos estos tesoros, es usted, señora, el que más me place... ¿Qué pasó entones? ¿Qué transfiguración aconteció en la sobrenatural mujer? El caso fue que desapareció la luz astral y una cruz refulgió un instante en su frente de diosa...Y oyó como lejana una voz celestial que decía:

- ¡Gracias, Dios mío! ¡Pues al hacerme mortal, me haces de verdad inmortal!- y dirigiéndose a él, continuó:

- Yo soy una "anjana" (que los griegos denominaron "ninfas" o hijas de Diana), que hace cientos de años vivo aquí en lo hondo de este manantial. Un día al año podía hacerme visible a los hombres, y atraer, seducido por el encanto que has experimentado al que yo deseaba... Si hubieras escogido alguna de estas joyas fabricadas por gnomos sapientes, te hubieses sumergido fatalmente, para siempre quizá, en el arroyo formado por la fontana de plata. ¡Ésta era mi angustia y mi tragedia! Pero has tenido acierto: al huir de los bienes materiales a que te inducían los malos espíritus, te has salvado y me has salvado. Cada uno, ante el espejo de su conciencia. ¡Yo no podía hacer más que esperar el frío Destino! Ahora he conquistado la humanidad temida y anhelada: soy una mujer de verdad... que ha olvidado su pasado- y con una mirada luminosa superada por divina sonrisa, insinuó-: y tienes que casarte conmigo... ¿Quieres? Y estos tesoros que antes despreciaste, serán ahora tuyos... Y seremos muy felices.

El pobre Miguelón (pero... ¿por qué pobre?) cayó de rodillas como adorando algo que no concebía...Y aquel día no volvió al lugar. El rebaño fue solo a casa, guiado por la oveja de la esquila, que retornó, no se sabe cómo, y seguida por le fiel mastín.

Se le buscó inútilmente y hubo gran tristeza en todos. Mas duro poco, que pasados que fueron unos días, acaeció el milagro.

Regresó al pueblo ya transformado en un señor, y en compañía de una mujer (¡y qué mujer!) que parecía bajada de los mismos altares. Y hubo grandes fiestas de alegría, cuyo recuerdo perduró como algo fabuloso y místico...

Construyó una hermosa casona solariega adornada del simbólico escudo nobiliario: allí estaba la Sierpe, que era el diablo que le tentó... La cruz, cuyo signo le salvó..., y una cabeza de mujer de larga cabellera: la ex "anjana" con quien casó... Pero luego se fueron a lejanas tierras... Y no sé más.

¡Sí! ¡No hay que reírse!... Todo esto fue tan cierto como las historias que nos refieren viejos y olvidados libros, que son, al parecer, más absurdas. Yo creo estas cosas maravillosas. ¿Qué mérito tiene el creer las que no lo son?

JPEG - 14.5 KB

Peña Lusa desde Veguilla

La Leyenda del Inquisidor

Allá por la aurora del pasado siglo, en el Valle de soba, se destacaba el pueblo de Villaverde, verdadero jardín de amor, resaltando del contorno, no obstante hallarse situado en la hondonada de hacia el río...Si pequeño es ahora, más lo era antaño, y sólo la gran casona solariega, blasonada con enorme escudo, primor de heráldica, y su capilla adjunta, cuya gentil campana sonaba a la alborada, eran las notas que acentuaban la importancia señorial del humilde lugar. Por aquel tiempo vivía allí el Inquisidor don Gaspar Gutiérrez del Regato, que, procedente de Ruesga, vino a iluminar, con su sabiduría, las almas un tanto primitivas de los sobanos...

¿Quién fue este célebre señor, emparentado, a juzgar por su escudo, con los más nobles linajes de la región, de que la historia apenas guarda nombre y sólo la leyenda se atreve a descorrer algo el velo que oculta su misterio? Dejo la rebusca de archivos y epistolarios a eruditos investigadores. Sólo diré que aún se conserva en la casona la habitación del inquisidor como custodia del espíritu cuya personalidad se esfumó en el pasado... Mi deseo es detener ante las tinieblas del olvido la fugaz silueta que quedó flotando entre las consejas del valle...

Vivía don Gaspar con unas hermanas ya ancianas y un criado, entre varios otros, que, siempre en su compañía desde niño, era considerado, por la bondad de su carácter, casi de la familia. No quedó recuerdo de su nombre...

En el cercano pueblo de Lavín, sumergido en florida arboleda y adormecido por el murmullo del río, llegaba ya, aunque fuerte, al fin de su existencia, un hidalgo famoso por sus riquezas y su fanática avaricia. Pasaba lo más del tiempo paseando por huertas y bosques, con más intención de revisar su hacienda que por el goce de la contemplación estética del paisaje...

Todos los días se llegaba hasta el hermoso encinar llamado de "El Calderón", que une ambos pueblos, donde, precisamente el inquisidor de nuestro cuento, ya retirado de su alta magistratura, dejaba pasar la procesión de las horas, bien en la lectura y meditación, bien admirando las bellezas maravillosas de que allí es pródiga la naturaleza. En amenas conversaciones sólo las suaves notas de la estrella del pastor luciendo en las alturas, les inducía a retirarse a la paz de sus lares. Don Gaspar, al rosario ("sendero de rosas para el cielo", como él decía), y el viejo avaro, a la oscura mansión en que, angustiada por la eterna soledad del espíritu soñador, le esperaba su nieta María de los Dolores. Ante ella olvidaba el buen anciano la manía del "ahorro integran", considerando a la joven casi un ser sobrenatural. Como única heredera y hermosa, siempre había en su contorno rondas de galanes y adoraciones extáticas o apasionadas. Mas, indiferente a todos, su amor estaba ya fijado en el criado aquel, familiar e innominado, del inquisidor.

¡Cuántos días el silencio del bosque vibró a los acordes de sus emociones y anhelos, lanzados en frases tímidas e ingenuas, pero de raíz honda y fuerte como la vida misma, en sus fugaces encuentros de los crepúsculos melancólicos!

Una sombra de oposición del abuelo se esfumó instantánea como la niebla matinal por los rayos del sol ante una mirada radiosa y suplicante de la joven...

Pasó algún tiempo...En cierta ocasión una tormenta que, apareciendo sobre la Peña de Lusa, semejaba un dragón apocalíptico vomitando rayos bajo el estridor escalofriante de sus rugidos, salió don Gaspar, según costumbre, a la solana de su casa sonando un silbo que imitaba el canto del mirlo, dando así señal de alarma a los vecinos para que prestamente se acogiesen con frutos y ganados a "cuvío" seguro ante el peligro de la próxima tempestad...Y en aquel momento apareció María de los Dolores anhelante, reflejando en sus ojos la angustia más profunda, exclamando:

- ¡Baje pronto a casa, por Dios, que a mi abuelo dióle un mal repentino del que muere! El médico así lo ha dicho y él quiere verle a usted...

- ¿es posible? ¡Voy, voy en seguida!-respondió, y acompañó a la acongojada joven. Cuando llegaron salía el médico.

- ¡No hay salvación! Sólo un milagro...
Y se perdió entre las verdes sombras del carrascal.
Días después de la muerte hablaba María de los Dolores con su novio. Insistía éste en forma un tanto anómala en acelerar el logro de sus deseos, y unas como llamas alucinantes brillaron en sus ojos enigmáticos, que habían perdido la claridad de antaño, y que no pasaron inadvertidas para la confiada y bondadosa enamorada, inundando su alma de nuevas inquietudes, más íntimas y dolorosas que todas las que sufría. Y le respondió:

- ¡Espera, espera aún! Que no es ésta la mejor ocasión...Mientras yo encuentro el dinero de mi abuelo, pues no lo hallé por mucho que lo busqué... ¡No le dio tiempo al pobre de decirme nada!

- ¡Yo se donde está!-dijo violentamente el criado, y desapareció por la nogalera rumorosa...

¿Qué ideas maléficas comenzaron a germinar en su mente ardiente? ¿Cómo se rasgó el velo que ocultaba el abismo de su verdadero ser? ¡Qué malsana obsesión! ¡Qué demoníaca sugerencia! El caso fue que se le ocurrió pensar que los doblones del maniático anciano habían pasado de sus ferradas arcas a las del buen inquisidor. Y llevado de si idea fija, casi delirante acusó a su señor en que dejó caer su máscara, mostrando su alma serpentina en trágico desnudo.

- ¡’Vete para siempre de esta casa! -clamó Don Gaspar- ¡Quién hubiera sospechado de ti! Es afán de oro y no locura de amor lo que te ha perturbado el espíritu... ¡Que Dios te de la paz y te perdone!

Y, fugitivo, se perdió en la noche, poblada de ruidos extraños y silencios temerosos...

Cuando María de los Dolores tuvo conocimiento de estos hechos, adoleció en su ánima, sintiéndose desgarrarse su corazón y romperse como un cristal el sueño luminoso de toda su vida, aromada por ilusiones de felicidad acrecentadas por realidades de amor...¡noches de insomnio generador de fantasmas!...Una de éstas, en que la lechuza plañía en el tejado y la luna bañaba de plata las sombras, oyó en su mismo lecho tres golpes fuertes, prolongados, misteriosos y seguidamente una mano translúcida, apenas visible, con cierta opaca luminosidad, escribió en un cristal de la ventana:
"¡Busca en mi zamarra de cuero!"

Gritó horrorizada, y la muchacha que la acompañaba aún llegó a tiempo para ver los últimos signos, que se esfumaban lentamente y recordaban la letra del fenecido señor. Tan extraordinaria maravilla, que la hacía pensar en algunos cuentos de miedo referidos en noches de invierno, fue consultada con el inquisidor, que, escéptico al principio, tuvo que ceder ante la realidad de los hechos por él mismo observados, pues el fenómeno se repitió insistentemente en noches sucesivas. Y hubo que pensar en algo macabro y tétrico: la exhumación del cadáver, a pesar de la oposición de maría de los Dolores, ya que el abuelo había sido enterrado con la citada zamarra de cuero.

En este intervalo, un día que todo el pueblo estaba en la era, se llegó hasta la casona de don Gaspar un al parecer pobre anciano rogando una limosna por amor de Dios. Cuando una hermana se adentró en la casa en busca de ella, una seña del falso pordiosero hizo acercarse a otros varios con más aspecto de bandidos que de santos, e irrumpieron violentamente en la mansión de paz... La hermana, que regresaba, fue atada a un banco del portal, y ascendieron a la biblioteca, donde, ajeno a todo, leía el inquisidor un viejo infolio. Y presto fue asaltado, al igual que antes su hermana...

- ¡Queremos las onzas que te entregó tu amigo de Lavín! Sabemos que aquí guardas su tesoro...

En vista de sus protestas y razones, dieron en registrar la casa con más prisa que orden. Las arcas, bajo los celemines, una caldera de cobre colgada en el desván y hasta entre las hojas amarillentas de un arcaico misal. Ante lo inútil de sus pesquisas (aunque algo encontraron) y la enérgica y valiente negativa del sacerdote, optaron por llevarle sierra arriba hacia el monte; casi arrastrado por las breñas y exigiéndoles el tesoro, llegaron hasta cerca de La Gándara, al lugar conocido por "la encina de San Lorenzo", Patrono de Villaverde, donde hay memoria incierta que radicó la ermita de este santo. Ni de la ermita, ni de la encina quedan ya vestigios; sólo el nombre perdura. ¡Y allí reconoció bajo tosco disfraz, en el falso pobre a su antiguo criado!...

Más, ¿qué acontece en el pueblo? La campana de la capilla gira a deshora vertiginosa como pidiendo auxilio. ¡Qué sonidos tan especiales parece que da hoy al viento! Dolor y angustia surgen de su lengua sonora...Corren los vecinos hacia allá, mientras tañidos como lloros vibran sin cesar...siempre se ha creído que sonaba sola; jamás se supo nada sobre la posible intervención de un ser humano...

Al enterarse, aterrados, por las hermanas de lo acaecido, armados con primitivos instrumentos, salvo un viejo escopetón en la casona encontrado, diéronse todos prisa en perseguir a los bandidos. Ya se aprestaban éstos a pasar el río, donde se repartían lo robado, por el antiguo puente de madera, cuando fueron alcanzados. Salvaron al ensangrentado anciano e hirieron de un tiro al criado traidor. Con alegría exaltada regresaron al pueblo, dando así feliz término a lo que pudo ser la trágica aventura.

Exhumado por fin el cadáver del abuelo, se examinó la zamarra, motivo de tan maravillosos avisos del "más allá", que no tornaron a aparecer, y en ella fue hallado el tesoro que el viejo, en un momento de debilidad, quizá forzado por su manía, pretendió llevarse al otro mundo. Mas la voluntad de Dios dispuso las cosas según su destino inviolable.

Poco tiempo después fueron muertos los bandidos en un monte lejano, y María de los Dolores, víctima inocente, aureolada por tales circunstancias trágicas y maravillosas, cedió todos sus bienes a los pobres y se retiró a un monasterio, donde muchos años después terminó su vida en "olor de santidad".

La textura íntima de esta narración sugiere la sospecha de que en ella hay superpuestas dos series de acontecimientos: lo estrictamente histórico acaecido al inquisidor, y un elemento fantástico acoplado al anterior, referente al "tesoro de la tumba", que es, sin duda, una explicación romántica del motivo ocasional de aquel suceso y, por tanto, de génesis posterior...

La loba rabiosa

Hace muchos años, vivía en un pueblecito cercano a La Gándara, una anciana hidalga que, siempre sola, dejaba correr la cadena sin fin de las horas, hojeando la arcaica biblioteca de su vetusta casona, o contemplando a siete hermosos gatos, su única compañía.

De un exaltado misticismo, jamás perdía la misa del amanecer. No tenía amistades, y este vivir, un tanto hermético, dio origen a que los vecinos, siempre inclinados a lo maravilloso, fuesen lentamente tejiendo la trama de una leyenda de misterio. ¿Seria bruja? Durante el día, la casa yacía cerrada, oscura y silenciosa; en cambio, de noche, aparecía toda abierta e iluminada. En ocasiones, un piano romántico inundaba de bellas armonías el agreste paisaje. Nunca el humo del "llar" trazó siluetas caprichosas en el viento...

Una serie de circunstancias coincidentes con hálitos de tragedia acrecentaron estos rumores de maleficio, creando en el pueblo un ambiente de miedo e inquietud, que llegó a las solitarias estancias de la enigmática señora. Y no volvió a la misa, cuya campana cantaba a la naciente aurora... Así, arrancó la máscara de la mentira de su vida.

En una noche de San Juan, aromada de pagana poesía, en que los mozos salen de ronda a colocar en los balcones simbólicos ramos de flores, que hacen latir con más celeridad el corazón de las hermosas agasajadas, para luego, cantar y bailar, todos juntos, circundando grandes hogueras en espera de la llegada del sol, por una ventana de la casa misteriosa se vio salir una sombra gigantesca, de aspecto indefinido, que de un salto se lanzó al bosque próximo, donde se oyeron al instante fúnebres aullidos.

¿Qué había acontecido? Pero al día siguiente consiguieron observar a la dama tan apacible, que se alejaron todos los temores. Y llegó el invierno... Y ¡qué invierno aquél!

Como nunca, los lobos bajaron audaces hasta el mismo pueblo... y comenzó a insinuarse la idea de que estaban dirigidos por una loba enorme y negra que parecía invulnerable a los disparos. Pero el espanto llegó al máximo cuando alguien identificó este animal con la sombra que se viera salir de la casona.

Y una noche, el gran cazador don Juan, mayorazgo de lo más noble del Valle, de acuerdo con su compañero y amigo, el cura del lugar, pensaron acabar con este estado de anormalidad espiritual y material. Dijo el cura:

- Amigo don Juan... No sé. Esto me huele a cosa demoníaca. ¡Dios me perdone! Pero esta loba rabiosa -pues mata y no come- no es un animal natural: es un fantasma. Yo he leído que en la Edad Media, algunos hechiceros se convertían aparencialmente en fieras para hacer mal. Su cuerpo humano quedaba en casa como "dormido" hasta el regreso de la. "forma" creada., A este fenómeno se le denominaba "licantropía". Claro, que el poner nombre a una cosa no indica que exista o, por lo menos, que sea ésa la interpretación del hecho... Pero, por si acaso, voy a bendecir las balas de su rifle... y veremos qué pasa.

Era una noche terrible, en que el trueno hacía vibrar los altos montes y la luz de los relámpagos ponía sombras y reflejos de misterio al paisaje dormido, cuando salieron don Juan y sus amigos en persecución de la loba embrujada.

Y en galope desenfrenado llegaron hasta el lago encantado de Bernavinto, una verdadera maravilla natural.

¡Hala! ¡Hala! ¡Takatá!... ¡Takatá!... ¡Takatá!... La gran carrera fantástica entre abismos y encrucijadas continúa loca tras la loba que huye..., huye..., lanzando de vez en cuando un desafiante alarido...

Se precipitaron en la cañada del Asón, grandioso poema vagneriano, donde la cascada, a la luz de la luna, daba agudas notas mágicas...

Ladraban los perros y relinchaban los caballos excitados y nerviosos por la persecución, mientras siete cornejas agoreras les seguían lanzando gritos estridentes, como maldiciones.

Torna hacia el valle la cabalgata cual si fuese en brazos del huracán. ¡Hala! ¡Hala! ¡Takatá!... ¡Takatá!... ¡Takatá!...Pasan la sierra de los Collados, y allá, en un pico de la Peña de Becerril, sobre el nacimiento del río Gándara, está la loba gigante como una estatua de bronce en enorme pedestal.

- ¡Alto!-dijo don Juan.

Y un tiro certero de éste, como guiado por invisible mano, dio a la fiera en pleno corazón...Un grito terrib1e de agonía vibró en los ecos de los montes, y glaucas llamaradas surgieron de su ojos... Y cayó... Pero no fue hallado su cuerpo por parte alguna. Los perros, desorientados, olfateaban al aire, como adorando a la luna que asomaba curiosa su faz de plata por un "porti11o" de las nubes...

- ¡Cierta era mi sospecha!-afirmó el cura-. ¡Vamos aprisa a casa de la bruja!

Y, en efecto, las luces se habían apagado, los gatos desaparecieron y el cadáver de la hidalga yacía en su lecho con una herida espantosa en medio del pecho, aún sangrante.

Y así finó la última bruja del Valle y renació la calma en los espíritus. No se la dio tierra en sagrado. La casa fue exorcizada y purificados por las llamas sus grimorios y palimpsestos. Muchos años quedó deshabitada, y ahora, ya reformada, nadie se acuerda de la fantástica aventura de que fue hogar, allá por los tiempos de no se sabe cuándo...

La maravillosa historia de la ermita de San Miguel

En continua aspiración hacia el infinito lanza su cúspide el Pico de Juan Lucía, y en lo hondo canta su canción de ritmos variados el Río Gándara, semioculto entre bosques y rocas. En la ladera del monte, dormidos en eterno sueño de felicidad, dejan pasar los años, cual instantes paralizados en el péndulo del tiempo, los pueblecitos de La Peña y Bustancillés..

Desde siempre hubo rivalidad entre ambos, originada por aspirar los dos a construir una ermita a su patrono el arcángel San Miguel. Mas cada pueblo deseaba, con la obsesión de la idea fija, que tal construcción se realizase en su respectiva localidad. Y pasaron los años...Que si aquí, que si allí; pero la ermita no se edificaba nunca...

Mas llegó para el valle una época adversa en que males sin cuento cayeron sobre él como maldiciones. Con esta ocasión se acrecentó el estímulo para dar solución definitiva al pleito de la ermita que, al compás de las generaciones, era motivo de comentarios humorísticos por parte del resto del valle, que consideraba ya tal proyecto sólo en la región de los mitos dorados...

Y ambos comenzaron con entusiasmo su obra particular, sin tener en cuenta la del vecino...Pero al día siguiente, con gran admiración y espanto, contemplaron su labor deshecha y anulada. En cambio, los cimientos casi ciclópeos de una ermita se veían en un montecito maravilloso, intermedio entre los dos pueblos, rodeado de la poesía de robles y encinas... ¿Qué trabajadores nocturnos habían realizado tal milagro? Un tanto inquietos, reanudaron, no obstante, las obras; mas idéntico fenómeno aconteció en la noche segunda. Y la construcción de la ermita avanzaba sin saber cómo en el cerro tan extrañamente señalado por destinos desconocidos. Ante estos hechos, fue llamado a investigar el caso el sabio cura de Quintana, que, después de meditarlo, pensó poner un vigilante que fuese testigo de los nocturnos acontecimientos. Y así se hizo.

He aquí lo que relató al día siguiente el honrado mozo, aunque para él continuó siendo noche oscura, ya que las maravillosas cosas que vieron sus ojos mortales apagaron para ellos la luz del sol...A pesar de la ceguera tan repentina, originada, sin duda, por la emoción mística sufrida, continuaba, aunque nervioso, contento y satisfecho de su singular aventura, pues-decía él-después de lo que vi, ¿qué falta me hace ver más?

"Bien sabe dios que ni dormí, ni bebí, ni miedo sentí...El caso fue que a eso de la media noche se hizo un silencio tan grande que me dio que pensar. Y en seguida, no se cómo fue, pero sobre los dos pueblos aparecieron como un enjambre de nieblas pequeñas , luminosas, que, como si las hiciese volar el suave viento de la helada matinal, se dirigían todas ordenadamente hacia el mismo monte del sitio donde se edificaba la ermita. Y presto tornaban al lugar anterior. Y así toda la noche, con estos viajes fantásticos e incomprensibles. Aquello parecía un sueño...Me aproximé despacio y tranquilo hacia el sitio en que se juntaban las nieblas inquietas, y allí una nube grande y resplandeciente era, sin duda, la que todo lo dirigía y ordenaba...Y entonces vi cómo iban aquellos seres del otro mundo edificando la nueva ermita. Pensé que era el arcángel San Miguel y sus huestes las autoras, por orden divina, de tan extraordinaria obra...Yo estaba como encantado: aseguro que jamás gozó mi alma como entonces...La noche me pareció un minuto...Me quedé mira que mira, y de tal modo perdí la conciencia, que hasta que me hallasteis, ya bien entrado el día, no me había enterado de mi ceguera; no se si fue castigo o premio: lo cierto es que no me pesa ante la visión celestial que aún me parece contemplar..."

Todos creyeron tal relato, y ante los divinos designios, acordaron al fin los dos pueblos terminar la bienaventurada ermita de San Miguel...Y allí está hoy sumida en el ensueño de su origen, sirviendo de navío a las almas en el camino de la vida y de la muerte. Y el día de la primera misa, ¡que romería aquella! En recuerdo de las tres noches del milagro, tres días duraron las fiestas. Y para que todo acabase felizmente, lo mismo que en los cuentos, durante la celebración de aquella misa memorable volvió la vista repentinamente al testigo de la noche mágica.

Y si alguien dijere ser esta leyenda fantástica, yo insistiré, "terne que terne" (aseguraba absolutamente en serio mi abuelo) ser historia cierta de toda certeza, y el que así no lo crea, que San Miguel se lo tenga en cuenta...

………………………………………………………………………………………………………………………………………

Saiz Antomil, Miguel Ángel,
Pinar del Río (Cuba) (1899-1976)

Miguel Ángel Saiz Antomil nació en 1899 en el pueblo de San Juan y Martínez, de la provincia de Pinar del Río en Cuba.

Siendo niño su familia regresó a Cantabria instalándose en Veguilla de Soba (Cantabria). Estudió Medicina en la facultad de Madrid donde se licenció en 1926. También realizó estudios de psicología, historia, etnología y folclore. En este último campo destacan sus estudios sobre las costumbres y tradiciones de Soba, comarca cántabra que en agradecimiento le declaró hijo adoptivo. Fruto de ese apego a Soba es "Leyendas del Valle de Soba".

También colaboró en la revista "La Montaña" de La Habana.

Reunió una valiosa colección de libros científicos y raros que dieron fama a su biblioteca.

Murió en Santander en 1976.

Vivió desde los 6 años en el pueblo de Veguilla de Soba del que era natural su padre, habiendo nacido en la Isla de Cuba. Realizó sus estudios de bachiller en Limpias ingresó en la facultad de Medicina de Madrid. Al terminar sus estudios regreso a Cantabria Y ejerció de médico en Santander. Destacó principalmente por su dedicación e investigación de las tradiciones sobanas. Muchos de sus trabajos son en parte inéditos o poco conocidos, aportando sus conocimientos al Instituto de Etnografía y Folklore "Hoyos Sainz”. Gracias a su labor podemos hoy conservar algunas de las tradiciones de la comarca de Soba que quizá se hubiesen perdido para siempre. Por ello fue nombrado hijo adoptivo de Soba. Escribió el libro Leyendas del Valle de Soba.

1 comentario:

Mikel sampedro dijo...

Gracias a muchos de estos personajes es que podemos recuperar "pasajes" de nuestra historia